En un café se vieron por casualidad

Dicen que los opuestos se atraen. Y claramente este es uno de esos casos. En el momento en que creí que me caía y no iba a volver a levantarme, la persona menos esperada me tendió la mano y me hizo ver que (quizás) no todo estaba perdido. Las cosas terminan, las promesas se rompen, las personas se van; y siempre quedás vos solo con tu cabeza, y tenés que volver a empezar, arreglar ese corazón roto (otra vez), y seguir; ¿por qué? Porque, lamento decirte, la vida es así. 
Me invitó a tomar algo a la salida del trabajo, me pasó a buscar, y caminamos unas cuadras hasta un bar en una esquina bastante olvidada. No se veía como siempre, con la camisa blanca impecable y la bandeja llena de pedidos por entregar; esta vez era realmente él el que estaba ahí:con sus piercings, que son bastantes, su pelo no tan arreglado, un cigarrillo en la mano, y absolutamente todo vestido de negro. Pero su sonrisa y sus gestos amables seguían ahí. 
Pedimos una cerveza (era rarísimo que la chica del local 11 de la galería siempre impecable y el chico que trae el café estemos ahí, tomando algo juntos), y hablamos de la vida, de lo loco que era estar ahí, de amores y desamores, de qué sé yo qué mas... y se sintió tan bien. 
Somos demasiado distintos; somos de dos mundos opuestos. Yo entre libros de psicología y danza clásica, y a la noche en boliches con música y tragos con amigas. Él ya siendo padre, viviendo solo, entre recitales de heavy metal y cerveza todos los días. Y acá estamos, hablando hasta la madrugada todos los días, compartiendo alguna que otra cena, y obviamente, alguna que otra cerveza. 
Somos de dos mundos que, si no fuera por haber pedido un café en esa confitería, jamás se hubieran cruzado. ¿Casualidad? No creo en las casualidades. Así que me voy a animar, no tengo nada para perder. 

Comentarios

Entradas populares de este blog

¿A dónde va?

All things must pass