Yo lo que quiero es volar

A veces, cuando pasa un tiempo y te curan las alas que estaban bastante rotas, te emociona poder volver a volar. Sentir de nuevo el viento en la cara, ver el sol y regalarle una sonrisa, y también, por qué no, a la luna. Abrir los brazos, tomar impulso, y ser libre. Disfrutar. 
Y por eso suelo volar más alto de lo debido, sonreír hasta por las dudas, aunque unos metros más adelante esté llegando una tormenta, o aunque pueda golpearme con un árbol que se cruza en el camino por sorpresa. A veces sigo avanzando para llegar a ese lugar, donde en realidad no me espera nada; no hay nada mío, pero igual intento llegar, aunque esté recién curada, y las cicatrices no hayan cerrado del todo, y puedan volver a abrirse.
Pero cuanto más alto estás volando, más dura es la caída, el golpe de volver a poner los pies en el suelo, de volver a lo real, a lo cotidiano. Ves de nuevo lo que te rodea, la soledad a la que te habías acostumbrado y creías hasta disfrutarla de a poco, pero que siempre deseabas que se vaya. Porque ninguno de nosotros quiere estar acá abajo, quieto; todos queremos volar (y si es de a dos, mejor).

Y vos me dejaste caer (¿O me empujaste?). Me soltaste, y caí. Aunque quizás nunca tuve garantías de que ibas a atajarme si en algún momento esto pasaba; pero yo pensé que iba a ser así. 

Ojalá un día aprenda a volar sola, y disfrutarlo realmente; ojalá no me emocione llegar lejos, ir alto, cuando del otro lado no va a salir el sol. Cuando del otro lado nadie me está esperando para recibirme. 
Ojalá un día deje de caer, o por lo menos ojalá un día pueda remontar vuelo para siempre, atravesando las tormentas, el sol, y todo clima que quiera tirarme. Ojalá. 

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