Reencuentro

El típico resfrío del invierno no me dejaba dormir. Pañuelos, bufanda, mil frazadas, y seguía con frío. El reloj ya marcaba las 4 am, y ahí seguía yo: quejándome, en la cama de mi mamá, mientras ella ni enterada, dormía muy tranquila.
Y de golpe, sonó mi celular. Me levanté para silenciar el grupo de la universidad (pensé que eran ellas), pero no. Después de meses, leí su nombre ahí, en mi teléfono. ¡ME HABIA HABLADO!
-"¿Todo bien?" decía. "Justo, como siempre" pensé. 
-"Maso" - fue mi respuesta- "me siento medio mal." 
-"Con razón estás despierta. Hacete un té, y si tenés, ponele limón". 

Hacía tanto que tenía que verlo y pensar que es solamente el mejor amigo de mi hermano, y que siempre va a ser así... pero ahí estaba de nuevo, con sus consejos y su forma tan especial de (creo yo), cuidarme, aunque esté lejos, aunque no lo tenga tan cerca como para abrazarlo y darle un beso de 'gracias'.

Así que me moví hasta la cocina, puse el agua a calentar, y agarré un saquito de té del cajón. Y cuando me di vuelta, no lo podía creer. Vi sus ojos de amor y su sonrisa de costado, sin mostrar los dientes. Estaba ahí, al lado mío, en mi cocina. En mi casa. Me miró y me dijo "¿no nos escuchaste llegar?"... la verdad que no. 
El silencio de la noche me incomodaba un poco, hasta que se acercó y me agarró la cara con sus manos enormes pero tiernas. El mundo se paró, el resfrío desapareció, de golpe sentí tanta felicidad que no me entraba en el cuerpo. Sonreí como hacía mucho no lo hacía. 
"Te quiero tanto", le dije. Ni siquiera lo pude pensar las palabras, salieron solas de mi boca.


No podría haber pedido un mejor reencuentro. 

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