Elijo bailar

Peinarme con un rodete bien tirante, que casi siempre lo hace mi mamá; estar horas y horas volviendo a intentar eso que no me sale; sufrir cada vez que la profesora dice "bueno, con la otra pierna/ para el otro lado" y sabés bien que te cuesta el doble hacerlo así; curarme ampollas y lastimaduras que dejan las zapatillas de punta después de entrenar; caerme en una pirueta, levantarme y volver a hacerla; elongar tanto que sentís que no podés más; terminar y tomar una botella de agua entera del cansancio... ¿por qué lo sigo eligiendo? 

Porque no es simplemente bailar. 
Es desconectarme de la realidad y ser yo misma por un rato; olvidarme de lo malo, y lo bueno también, y disfrutar; es encontrarme con una canción, unirnos, y ser uno solo; es dejar de pensar, y empezar a sentir; es dejar el cuerpo de lado, y escuchar al corazón. 
Es demostrar que tu esfuerzo vale la pena, que tus "no puedo, tengo que entrenar" sirven de mucho. Es entender que siempre se puede mejorar, con esfuerzo, con amor, y con pasión. Es tener actitud, además de técnica y práctica. 
Es agarrar los dolores del alma y dejarlos ir en cada salto; tomar las lágrimas del corazón y soltarlas en cada vuelta, en cada giro. 

Y cuando termina cada clase, cada coreografía y cada show, bajás del escenario con una sonrisa inmensa, por esos aplausos que los guardás para siempre en vos, que nunca se van a ir de adentro tuyo. Y no hay nada más lindo que te feliciten por lo que hacés (y más cuando uno hace lo que ama). Y sí, quizás no sos la mejor bailarina del país, pero ver que te emociona tanto, eso hace que los demás también lo sientan y lo disfruten. 

Y todavía algunos me preguntan por qué 16 años después, sigo eligiendo lo mismo. No sé cómo se le ocurrió a mi mamá la idea de hacerme bailar; pero le agradezco cada día de mi vida haberme hecho entrar en contacto con tanta magia; por hacerme amar tanto algo que no es material. Y si pudiera volver a elegir, sin duda bailaría hasta el último día de mi vida.